Al acabar un libro suelo apuntar la frase que más me ha gustado en la página en blanco que hay al comienzo. Es una forma sencilla de resumir un libro. Así, al pasar por delante de la estantería, veo todos los libros que he leído y, sin exagerar, no me acuerdo ni de la mitad de ellos. Sólo hay algunos, tres, cuatro o cinco, que nada más ver el título en el lomo me vienen a la memoria, se reactivan algunas conexiones neuronales en mi cerebro y recuerdo sus personajes, sus historias y sus desenlaces. Veo la frase que tengo escrita en su primera página y entonces entiendo por qué los recuerdo.
No sólo vuelven a mí al verlos en los estantes, los buenos libros son aquellos que después de muertos vuelven a uno en las noches en las que no consigues dormir, se meten en tu cabeza y te hacen preguntas que no puedes contestar.
A mí me encanta escribir, pero casi todas las ideas que utilizo ya han sido convertidas en episodio de CSI, tengo celos, muchos, muchísimos, ¿de dónde diablos sacarán estos autores sus ideas?.
Vale, y os preguntaréis: ¿a qué viene esta parrafada?, bien, esta semana ha muerto J.D. Salinger, autor de "El guardián entre el centeno" y quiero compartir la frase que en su día apunté en la página en blanco del libro: "No sé por qué hay que dejar de querer a alguien sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo". Feliz domingo
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